Nunca he sido una persona, ni una niña, que quisiera tener exclusividad en nada sino más bien todo lo contrario. Me encantaba estar rodeada de amigos y familiares por lo que si yo tenía algo no se me pasaba por la cabeza la posibilidad de que nadie más lo tuviera y disfrutar yo de esa exclusividad. Siendo niña, es más fácil de entender, ya que cuando un juguete se pone de moda todos los niños/as lo quieren igual, pero conforme creces se empieza a tener ese concepto de lujo, de exclusivo, y hay quien no lo necesita, como yo.
Recuerdo una vez que fui a comprar me un vestido de coctel a una tienda de moda de fiesta y la dependienta me vendió un traje precioso con brillos asegurándome que era exclusivo. A mí eso me daba un poco igual, pero me gustaba mucho el vestido así que lo elegí.
Días después fue el momento de estrenar mi vestido nuevo, en un evento especial de la ciudad, y cuál fue mi sorpresa cuando vi a otra chica luciendo el mismo vestido que yo aunque en un tono diferente. El mío tenía una base granate oscura mientras que la tenía negra, eso sí, mismo vestido, mismos adornos, mismo estampado y solo cambiaba el color de la base. Yo vi a la chica, quien también me miraba (tal vez porque le vendieron el mismo cuento que a mí) y recuerdo que le sonreí y me encogí de hombros, “¡qué se le va a hacer!”, pensé. Ella, sin embargo, se giró y desapareció de mi campo de visión.
Horas después la volví a ver, creo que fue después de la cena ya en la pista de baile, y se había cambiado de vestido. Supongo que enfadada se iría a casa para cambiarse y volver al evento. Me pareció bien, cada uno es libre de sentirse como quiera, pero a mí la situación lejos de enfadarme me hizo gracia y me daba bastante igual si llevaba el mismo vestido que yo, o no. Aunque lo que sí que tuve claro es que no iba a volver a la tienda de moda donde me lo compre porque con engaños, y mentiras, no vas a ganar clientela.
Ahora, muchos años después, sigo pensando lo mismo aunque con una salvedad: mi hogar. Y es que me he dado cuenta de que el lugar donde vives debe estar pensado para i y tu familia, a medida, personalizado… los apartamentos de la Bauhaus no son para mí, todos cortados por el mismo patrón y pensados para que nadie se salga de la norma.
La originalidad marca la diferencia
Hace poco empezamos la búsqueda de casa para nuestra familia. Vivíamos en una casa reformada en el centro de la ciudad, propiedad de mi familia desde hace años, pero llegó el momento, y la oportunidad, de buscar algo nuevo, algo para nosotros, y cogimos el toro por los cuernos para encontrar la mejor vivienda que pudiéramos conseguir.
Cuando el presupuesto del que se dispone no es muy elevado no puedes plantearte ciertas opciones y es que, aunque 180.000 pueda ser mucho dinero para muchísimas personas, la realidad es que eso se traduce en un piso dentro de una urbanización que, con suerte, tiene algunas instalaciones y espacios comunes que están bien. Nuestro sueño de comprar una vivienda unifamiliar, aunque fuese antigua, para reformarla se esfumaba conforme veíamos precios y precios de casas de campo o adosados así que ya estábamos concienciados de que debíamos renunciar a esa idea cuando un conocido, que se hizo la casa hace poco con estos arquitectos técnicos en Alicante, nos preguntó el motivo por el que no barajábamos la posibilidad de construís nosotros mismos la casa de nuestros sueños.
Antes de seguir contando mi experiencia quiero dejar claro que soy consciente de lo afortunada que soy ya que para poder hacer algo así se han de tener ciertas ventajas como, por ejemplo, disponer de una vivienda en la que vivir mientras construyen la que tú estás pagando y, por supuesto, poder optar a una hipoteca que ronde los 200.000 euros porque de lo contrario es muy complicado (a no ser que tengas ese dinero guardado en el banco porque dispones de algún que otro milloncejo).
Hay que tener claro que si quieres comprar un terreno urbano y levantar una vivienda en él has de informarte mucho sobre el espacio: si tiene toma de electricidad y agua, si te van a dar los permisos de construcción, etc. No es que sea complicado, no os agobiéis, pero hay que tenerlo en cuenta. De hecho, conozco a una persona que compró un terreno pensando que era urbanizable (así le dijeron) pero la realidad es que era un terreno no urbanizable y obviamente no salió bien nada de lo que tenía pensado.
El terreno, no muy grande, nos costó 15.000 euros, a las afueras de la ciudad, en una partida a 15-20 minutos en coche desde mi vivienda actual. La casa, elegida sobre plano con tres habitaciones y dos baños, nos costó 95.000 euros y todos los trámites, impuestos, permisos y algunas sorpresas que aparecieron al crear todo el alcantarillado y demás nos salió por otros 40.000 euros. Total: 150.000 euros aproximadamente.
¿Es barato? Pues obviamente no, sobre todo para una familia de clase trabajadora pero la realidad es que los pisos que estábamos viendo en urbanizaciones tenían un precio más elevado y no era nuestro sueño pues lo que nosotros queríamos era la tranquilidad de vivir alejados del centro (no muy lejos tampoco de la ciudad) y un espacio al aire libre donde poder criar a nuestros hijos alejados también del asfalto.
No todo es maravilloso, esto tiene también sus desventajas porque automáticamente te conviertes en taxista oficial de tus hijos. En mi caso un niño de 8 años que ya hace quedadas con amigos en los parques cercanos al colegio y una niña de 14 años que quiere ir al cine y a casa de sus amigas a contar cotilleos. Pero en mi caso, merece la pena.
La decoración fue sencilla, compramos todo a TuaCasa, una fábrica de muebles española que pueden crearte mobiliario a medida. Todo esto me hizo pensar que estábamos siendo bastante exclusivos: cada nueva construida a medida, muebles fabricados a medida y decoración personalizada. Entonces me acordé de cómo solían caerme mal todas esas jóvenes que decían tener algo especial y único y me vi reflejada en ellas. Luego me di cuenta de que no tenía nada que ver.
Esas chicas buscaban la exclusividad de algo solo para demostrar que eran mejores (según su criterio) o que tenían más dinero que los demás. Yo digo orgullosa el precio de mi vivienda porque estoy encantada de haber podido construirla por menos de lo que me pedían para comprar un piso en una urbanización y estoy encantada de que sea a medida porque sé que la vivienda está adaptada a las necesidades de mi familia, personalizada, pero no porque sea exclusiva y única.
Ante esto me di cuenta de que yo no buscaba esa exclusividad de la que hablaba al principio sino que lo que busco es la originalidad de algo que puede adaptarse a lo que necesitas. Así de simple y sencillo. Y de nuevo, sé que no todos pueden permitírselo, así que sé que soy afortunada.